Gran exposición en los 300 años de la Academia

DE PUÑO y letra de Lope de Vega se exhibe en una vitrina El príncipe despeñado, con los versos de Don Martín que en los riscos de Peñalén precipitó a Don Sancho diciendo: «A rey traidor, villano caballero». Y desde este Lope desgarrado hasta las pizarras visigodas estudiadas por Isabel Velázquez en las que se escribe el primer español varios siglos antes de las glosas, la aventura de la lengua y la palabra vertebra la exposición que conmemora el III Centenario de la fundación de la Real Academia Española.

José Manuel Sánchez Ron y Carmen Iglesias han organizado una de las más extraordinarias exposiciones que se hayan visto en Madrid en los últimos cincuenta años. Aparte de los soberbios fondos de la Academia se ha acudido al Prado, al Banco de España, a la Academia de la Historia, a la de Bellas Artes, a muy diversas instituciones y a colecciones particulares para ofrecer a los visitantes una equilibrada y bien ordenada muestra de lo que significa la RAE.

Cerca de 500 millones de personas hablan español como primera lengua. El inglés tal vez significa hoy el 70% entre los idiomas internacionales. El español ha desbordado al francés y ocupa un segundo lugar. Como lengua madre hemos adelantado al idioma de Shakespeare y Walt Whitman. El chino es un enjambre dialectal y no se le puede considerar idioma multinacional. La sagacidad de Dámaso Alonso y la ingente actividad de Fernando Lázaro Carreter, secundado por García de la Concha, han permitido mantener la unidad de la lengua castellana, lo que completa el limpia, fija y da esplendor de la tradición académica.

La literatura española de los tres últimos siglos está presente en la Academia Española, con algunas excepciones por el exilio de Juan Ramón Jiménez y Rafael Alberti y porque José Ortega y Gasset, que no quería a Menéndez Pidal, decidió no ingresar en la RAE. Pero académicos de la Española han sido junto a los Premios Nobel, Echegaray, Benavente, Aleixandre, Cela y Vargas Llosa (peruano de nacionalidad española), los nombres más relevantes de nuestras letras durante las tres últimas centurias: Pérez Galdós, Buero Vallejo, Machado, Marañón, Pérez de Ayala, Madariaga, Unamuno, Jovellanos, Menéndez Pelayo, Emilio Lledó, Caro Baroja, Sainz Rodríguez, Azorín, Mihura, Maeztu, Pereda, Palacio Valdés, Hartzenbusch, Ana María Matute, Campoamor, Zorrilla, Álvarez Quintero, Delibes, Donoso Cortés, Lapesa, Balmes, Varela, D’Ors, Nieva, Guillén, Gimferrer, García Gómez, Ayala, Tamayo y Baus, José Luis Sampedro… Y tantos otros con cita especial para los directores Villena, el duque de Alba, Martínez de la Rosa, el duque de Rivas, Menéndez Pidal, José María Pemán, Rodríguez Marín, Laín, Alvar, Lázaro Carreter, García de la Concha, Blecua…

Los científicos incorporados a las tareas lexicográficas de la Academia tienen especial relieve: el Premio Nobel Santiago Ramón y Cajal, Blas Cabrera, Leonardo Torres Quevedo, Julio Palacios, Margarita Salas, Martín Municio, Rey Pastor, Rof Carballo, García Barreno, Sánchez Ron… Entre los políticos que fueron académicos destacan Cánovas del Castillo, Castelar, Maura, Alcalá Zamora, Areilza, Canalejas, Silvela… Y el cardenal Tarancón.

Mención aparte para los periodistas a los que los organizadores de la exposición han dado poca cancha. Pero ahí están, Mingote aparte, Ortega Munilla, Francos Rodríguez, Mariano de Cavia, Luca de Tena, Eugenio Montes… En la actualidad, Juan Luis Cebrián y yo nos esforzamos porque la voz del periodismo contribuya a fecundar las tareas de la Academia.

Una exposición, en fin, que da idea de la significación de la RAE, situada en la cúspide de la cultura durante tres largos siglos de creación literaria, de investigación lingüística, de estudio científico del idioma de Cervantes y Borges, de Ortega y Gasset y Octavio Paz, de San Juan de la Cruz y Gabriel García Márquez, de Federico García Lorca y Pablo Neruda.

Luis María Anson es miembro de la Real Academia Española.